Un maestro y su discÃpulo regresaban al templo caminando junto al rÃo. De pronto observaron en la orilla a una mujer joven y hermosa que lloraba desconsoladamente.
- Qué te sucede? - le preguntaron.
La mujer respondió:
- Mi madre que vive al otro lado del rÃo está muriendo y no podré estar con ella porque me resulta imposible cruzarlo sola.
El joven monje se lamentó:
- Nuestros votos nos prohÃben tener contacto con personas de otro sexo de modo que no podremos ayudarte, lo siento.
- Yo también lo siento pero sigan tranquilos su camino- dijo la mujer y continuó nuevamente en un angustioso llanto.
El maestro permaneció callado unos instantes, luego le dijo:
- Ven mujer, súbete a mis espaldas, te cruzaré hasta la otra orilla.
Asà que el maestro la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla. El joven discÃpulo no entendÃa nada... Eso estaba prohibido!... El maestro, no sólo la habÃa tocado, sino que la habÃa llevado sobre los hombros.
Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el joven que a esas alturas estaba enojado se volvió hacia el maestro y le dijo:
- Maestro, tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
- De que estás hablando? Qué está prohibido? -le dijo el maestro.
- Se ha olvidado? Ud llevó a esa hermosa mujer sobre sus hombros.
El maestro se rió y luego le dijo:
-SÃ, yo la llevé. Pero la dejé en el rÃo, muchas leguas atrás... En cambio tú todavÃa la estás cargando…
La mujer respondió:
- Mi madre que vive al otro lado del rÃo está muriendo y no podré estar con ella porque me resulta imposible cruzarlo sola.
El joven monje se lamentó:
- Nuestros votos nos prohÃben tener contacto con personas de otro sexo de modo que no podremos ayudarte, lo siento.
- Yo también lo siento pero sigan tranquilos su camino- dijo la mujer y continuó nuevamente en un angustioso llanto.
El maestro permaneció callado unos instantes, luego le dijo:
- Ven mujer, súbete a mis espaldas, te cruzaré hasta la otra orilla.
Asà que el maestro la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla. El joven discÃpulo no entendÃa nada... Eso estaba prohibido!... El maestro, no sólo la habÃa tocado, sino que la habÃa llevado sobre los hombros.
Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el joven que a esas alturas estaba enojado se volvió hacia el maestro y le dijo:
- Maestro, tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
- De que estás hablando? Qué está prohibido? -le dijo el maestro.
- Se ha olvidado? Ud llevó a esa hermosa mujer sobre sus hombros.
El maestro se rió y luego le dijo:
-SÃ, yo la llevé. Pero la dejé en el rÃo, muchas leguas atrás... En cambio tú todavÃa la estás cargando…
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